Uno

Uno (1998) pertenece a una serie con la que Carlos Matallana Manrique hace referencia explícita al pensamiento místico oriental: Vacua, Ibn ‘Arabi, Mohamed, Lao Tse y occidental: Teresa de Avila, Juan de la Cruz. La elección de las estructuras geometrizantes y el lúcido cromatismo de estas piezas se traduce en una suerte de diálogo que indaga en los aspectos místicos de las culturas y del hombre. Así, el título numérico se establece como un símbolo de la hermenéutica para señalar a Dios. Esta pieza corresponde a una estructura minimalista e intuida que da vida a un ritmo cíclico, rotatorio, como el de los mandalas orientales. Da la sensación de que este gran círculo o agujero que es Uno (1998) deviene de un universo de formas fluctuantes, como si no estuviese sujeto a la gravedad terrestre, que supone y valora la superficie blanca de la pared soporte, lo que contribuye a acentuar el efecto de inmaterialidad para metaforizar el eterno retorno del principio de la pintura en la pintura del fin de la pintura, como acertadamente precisó el crítico José Antonio Otero.

Esta pieza se presentó dentro de la exposición Corolario del Centro de Arte La Recova, entre los días 3 y 30 de noviembre de 1998. Se trató de una propuesta con la que Matallana, con tesón y equilibrado proceder, llevó a cabo una investigación sobre el pensamiento místico y su propia visión de su estudio, valiéndose de los principios elementales de la forma y los espacios puros de color.