Dracaena II
CÓLOGAN, Carmen
2005
Técnica: Óleo sobre tabla
Medidas: 122 x 244 cm
Número de registro: TEA2007-019
Colección TEA Tenerife Espacio de las Artes Cabildo Insular de Tenerife
"Islas y bosques, raíces y árboles, arte e individuo comparten un profundo estado de búsqueda continuada y adaptación necesaria, mediante movimientos leves pero constantes de transición hacia estadios más fértiles, reacción necesaria ante lo estático, que todo lo agota y solo alimenta quietud estéril. La elevación de las figuras de Giacometti, aquel conjunto de personajes-árbol cuyos cuerpos expresivamente erguidos y sintéticos surgen sobre montículos aislados, conforman un singular bosque de islas verticales. La presunción de sus huellas fundidas con la tierra no impide, sin embargo, la proyección infinita de sus copas, alimentándose de la luz más elevada, ni tampoco la lenta traslación horizontal de los cuerpos, avanzando eternos al mirarlos.
El bosque de Giacometti impactó en Carmen Cólogan, tanto como la atracción no oculta por el arte y el pensamiento orientales, raíz del juego habitual entre opuestos. Ahí, la palabra profunda del pintor y teórico chino Shitao, pero también la escritura clarividente y poética de Borges, la luminosidad de Oramas, el mundo surreal de Domínguez, la mística del objeto de Zurbarán, o los ecos de la leyenda hespérida.
Esta amalgama de procesos, símbolos y referencias le ha llevado a un punto en el que, sin abandonar la indagación persistente sobre lo insular, ni sus habituales espacios de cuidada perspectiva y factura, inundados por una luz de origen desconcertante, se suceden la hoja, el árbol, y, ahora, el bosque, aglutinándolos a todos. Un archipiélago arbóreo conformado como islario, particular cartografía en la que se suman especímenes exóticos extraídos de territorios oceánicos remotos. Bosque de interior e íntimo, cultivado y crecido con paciencia a lo largo de dos intensos años, labrando con lápiz y pincel la madera del soporte y los singulares estratos desde los que ascienden estos árboles-islas, y sobre los que se asienta el edificio insular, tan geológico como personal. Retrato caleidoscópico en el que, sobre una misma cara, conviven haz y envés, fantasma y realidad, luz de crisol y sombra de aislamiento".
[Eliseo G. Izquierdo. Fragmento del texto "Bosque de islarios, de Carmen Cólogan”, suplemento El Perseguidor, de Diario de Avisos, 18 de septiembre de 2016]