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Cuadro 16

Manolo Millares

1957

Técnica: Técnica mixta sobre arpillera

Medidas: 84 x 118 x 2 cm

Número de registro: TEA2002-008

Colección TEA Tenerife Espacio de las Artes Cabildo Insular de Tenerife

"Pictografías y Arpilleras fueron el producto de su deslumbramiento, provocado por el almacén aborigen de El Museo Canario (Gran Canaria). La realización de su obra estaría sometida a las presiones evolutivas del arte de su tiempo. Y más que a evoluciones, a la sola consideración de la violencia o a lo qeu llamamos expresionismo [...]La angustia de existir estuvo siempre presente en su obra. Sus abstracciones se relacionaron con la pérdida de la persona, con la quiebra del hombre en la sociedad contemporánea. No se refugió en aspavientos y efectismos coloristas. Le dio categoría a la miseria y a los elementos pobres les dio una legendaria y orgullosa categoría nacional, sin perder su universalidad".

[Eduardo Westerdahl. Fragmento extraído de Manolo Millares. Mancomunidad de Cabildos, Las Palmas de Gran Canaria, 1980].

 

"Tras la influencia daliniana de sus obras juveniles, y el paso por una abstracción onírica de ecos mironianos, las “pictografías”, Manolo Millares se había adentrado, en las pinturas denominadas “muro” y en los hoyos infinitos de misterio, sus llamadas “Composiciones con dimensión perdida” o “con texturas armónicas”.

Efectivamente, tras las pictografías, Manolo Millares realiza su primer cuadro con el título “Muro” en 1952, un cuadro que presentará a la “III Bienal Hispanoamericana de Arte” celebrada en Barcelona en 1956. La indagación sígnica se sintetiza y su obra adquiere características de un collage en el que se reúnen materias diversas, principalmente tejidos y elementos de origen mineral.  Sus “muros” existirán hasta 1955-1956, fecha en la que comienza a “perforar” (“Muro perforado”, 1955)  el fondo de los mismos.  La arpillera toma protagonismo apareciendo una nueva temática: las “Composiciones con dimensión perdida” y “Composiciones con texturas armónicas”.

En sus “Memorias de infancia y juventud” (IVAM documentos, vol I, Instituto Valenciano de Arte Moderno, Valencia, 1998) explica el sentido de sus “muros”: mis primeras experiencias con materiales varios como arpillera, trozos de cerámica, madera y polvo de madera con arena.  Hasta aquí se remonta el origen de toda mi obra posterior.  Los diferentes materiales eran dispuestos con cierto orden constructivo, donde seguían apareciendo, si bien muy estilizados, algunos grafismos que arrancaban de las anteriores Pictografías canarias.  Yo los llamaba Muros, siempre con el pensamiento puesto en unas imaginarias pinturas rupestres de los aborígenes (Íbid., pp. 118-119). Sus “muros” han de relacionarse necesariamente, en su vocación arqueológica, con las obras “excavatorias” que realizará a partir de la década de los sesenta.

Conviviendo con los “muros”, su primera “Composición con dimensión perdida” data de 1956.  Este título convive, en la misma fecha, con los que titula “Composición con texturas armónicas”.  Estos cuadros, en los que aúna construcción pero, a la par, cada vez más destrucción, fueron el objeto de su exposición en la Sala del Prado del Ateneo de Madrid, celebrada entre el 2 y el 15 de febrero de 1957.   El ciclo se circunscribió al año 1956.

Entre 1956 y 1957 Millares comienza a numerar por vez primera -como forma de aplicar un título- sus cuadros, coincidiendo con la presencia de su obra en la antes citada IV Bienal do Museu de Arte Moderna de São Paulo.  Los diez primeros números, “Cuadro 1” a “Cuadro 10” serán los mostrados en la Bienal y numerará sus pinturas hasta 1962 en que concluye el “210”.   A partir de esta fecha domina la titulación con diversas temáticas a sus obras, en muchos casos agrupándose en series, algunas tan conocidas como “Homúnculo”, “Humboldt en el Orinoco”, “Neanderthalio”, “Antropofauna”, etc.

Las diez obras de la Bienal de 1957 adelantan lo que serán sus arpilleras a partir de este momento, creaciones con abundante presencia de negros y blancos, que dejan ver la superficie  de la arpillera, pero también agujeros, y cosidos con sus cuerdas atravesando en muchos casos las perforaciones.

Juan Eduardo Cirlot las describía: soportes de arpillera, limitación de la gama cromática al color natural de la tela de saco, al blanco de cal y el negro de humo, concentración compositiva de una “forma” dominante, que puede estar centrada en el espacio, corrida hacia una de sus fronteras, o establecida a manera de faja a través del campo pictórico, son los elementos puestos a contribución a partir de este momento.   El poder constructivo y expresivo se concede a la íntima combinación de la mancha y el “gesto-estructura” obtenido por el relieve de la tela.  Éste puede ser negativo: agujero, frecuentemente recorrido por un burdo cosido con cordel o hilo muy grueso; o positivo: collage emergente de mayor o menor relieve; que a veces parece brotar del interior del soporte, como las entrañas de un animal bruscamente desventrado  (“Evolución de Millares”, Revista “Índice”, nº 148, Madrid, Abril de 1961)".

[Alfonso de la Torre. Extraído del texto "Manolo Milllares: vestigio y ceremonia", en Manolo Millares,  New York, Acquavella Contemporary Art, 2006. Alfondo de la Torre es autor del Catálogo razonado Manolo Millares, editado por el MNCARS y la Fundación Azcona, Madrid, 2004].

Cuadro 16

Exposiciones en TEA.