Composición surrealista
TANGUY, Yves
1935
Técnica: Tinta china sobre papel
Medidas: 35 x 20 cm
Número de registro: TEA2006-009
Colección TEA Tenerife Espacio de las Artes Cabildo Insular de Tenerife
Yves Tanguy es uno de los pintores más destacados del grupo surrealista de París. Su obra ejerció una influencia notable en la pintura automatista que acomete la segunda generación de pintores surrealistas a finales de los años treinta, en la que se encuentran los pintores Roberto Matta, Wolfgang Paalen, Raoul Ubac, Remedios Varo, Gordon Onslow Ford, Esteban Francés, Kurt Seligmann y Óscar Domínguez. La pintura de Yves Tanguy se caracterizadas por la yuxtaposición de figuras primitivas que crean perspectivas irreales en una atmósfera atemporal y silenciosa. Sus composiciones insisten de forma obsesiva en la proyección de horizontes infinitos y espacios abisales en cuyo primer plano yacen figuras abstractas a la manera de formaciones rocosas que recuerdan las playas de su adolescencia en la Bretagne francesa. Yves Tanguy participa plenamente en las actividades del grupo
surrealista parisina en los años treinta. En 1940 llega a Nueva York ayudado por la pintora Kay Sage, con quien contrae matrimonio un año más tarde. La obra de ambos artistas quedaría unida estéticamente por estrechos vasos comunicantes de escenarios de extrañas figuras de una luz irreal. Aunque volvió de visita a Francia tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se instaló de manera definitiva en Norteamérica y, en 1948, obtuvo la nacionalidad americana. En Woodbury viviría con Kay Sage hasta su muerte. En 1982 el Centre Georges Pompidou y el museo Guggenheim de New York le dedican una exposición retrospectiva. Y, en 2007, el Museo de Bellas Artes Quimper –región de su Bretaña de juventud e inspiradora de su obra– le dedicó una importante exposición antológica.
“Tanguy no componía sus telas; él se abandonaba a ellas, dejando que una forma nazca de otra, y que la pintura crezca a la manera de una planta, siguiendo la curva de su propio deseo y no obedeciendo a ninguna otra ley que a aquella dictada por su instinto. Posiblemente se trata menos de automatismo que una suerte de sonambulismo. La pintura, delante de su caballete, entra en un estado segundo. Su mano es guiada por oscuras fuerzas que fluyen desde su interior. Y se sumerge en un afuera hacia el que crecen sus impulsos secretos y las lejanas imantaciones de la infancia. Las primeras obras de Tanguy, la mayor parte de ellas, despiertan en mí el recuerdo de las palabras mágicas de Raymon Roussel: “Entonces, como un sonámbulo, Fogar se levantó y se sumergió en el mar”. El clima marino de la obra de Tanguy es su característica dominante. Las playas en marea baja, donde se alinean, hasta donde la vista alcanza, piedras pulidas y rocas insólitas, han dejado en esta pintura su huella. Quizás incluso al propio Tanguy se dejó seducir por los grabados que mostraban el fondo del mar y las planchas de oceanografía de los diccionarios, o tal vez por las imágenes de las capturas fabulosas del capitán Nemo.
[Fragmento extraído del texto de Patrick Waldberg, “Yves Tanguy. Les péninsules démarrées”, en Les demeures d’Hypnos, éditions de la Differénce, París, 1976.]
“El conjunto de su obra procede del más puro espíritu surrealista: el inconsciente busca apropiarse de un universo deshumanizado donde formas orgánicas moran en espacios infinitos que recuerdan las playas de su adolescencia en Bretagne”.
[Georges Sebbag, Memorabilia, Éditions Cercle d’Art, París, 2010]