Imposición
Juan Carlos Batista
2015
Técnica: Mixta
Medidas: 216 x 100 x 75 cm
Número de registro: TEA2018-006
De este modo su trabajo -el fotográfico muy especialmente- se enmarca dentro de algunas de las corrientes más activas que la estética actual está tratando en las últimas décadas, como la memoria histórica en relación al carácter monumental que adquiere el documento privado o familiar; la fotografía construida como epítome de lo ficcional-narrativo; la cuestión de género desde la autobiografía, por destacar solo las más sobresalientes en su caso. En lo básico, las operaciones con que se maneja Batista para abordar este repertorio responden a una subversión, un desviamiento de las estrategias textuales surrealistas, con su abundancia de amalgamas y metamorfosis de objetos o imágenes ya dadas, así como la frecuente desviación del sentido original que se asocian a ellos. Cuántas de sus piezas no han llegado a serlo a partir de una terrible y finísima operación quirúrgica que amputa miembros, lleva piezas propias o partes ajenas a participar de otro cuerpo que se recompone así de manera monstruosa. El encuentro fortuito aquí no lo es nunca como tal, pues hay en cada caso una precisa elección en el diseño de la forma final, que fuerza (por superposición de sintagmas, por extrañamiento, por sustitución) a las imágenes originales a confesar lo que quizá ni siquiera ellas sabían de sí mismas, cuanto ocultaban o reprimían. En este sentido, la labor de Batista es a menudo una suerte de violento psicoanálisis imaginal, donde la apariencia de cuanto nos rodea y tratamos como cercano, cotidiano, estable, ya conocido, aflora en un abrir y cerrar de ojos, de manera un tanto absurda y hasta espantosa, pero asombrosamente eficaz, para descubrirnos aspectos que nos negábamos a reconocer en su seno. Es por ello que nos conquistan, no solo porque resulten, en su formulación enrarecida y tan original, incluso sofisticada, literalmente fascinantes (fascinus es el nombre que los romanos daban al miembro viril erecto, aquello que cuando aparece no podemos dejar de mirar; fascinus es aquello que en escena hiperactúa de manera involuntaria, imponiéndose a la consciencia de quien mira), sino porque resultan también, y antes que nada, brutalmente indicadoras de algo que sabíamos casi sin ser conscientes de ello, por indicios, pero que no podíamos articular desde el lenguaje; que algo intuíamos sin ser capaces de sospechar, vislumbrar siquiera. La imagen, pues, corre parcialmente la cortina que cubre una verdad profunda que ahora se desvela (a-lethos: sin velo, aletheia), frente a la doza que nos proporcionan las opiniones comunes. La imagen es abrupta y filosófica: incómoda e intempestiva, reveladora.
La naturaleza heteróclita de todos esos materiales de los que parte para sus esculturas y tallas, objetos ready-made rectificados, instalaciones o fotografías, realizados a base de juguetes, enseres domésticos, piezas de almoneda, rastrillo o «todo a I00», elementos decorativos extraídos de la cultura popular, etcétera, se mezclan también sin solución de continuidad con citas cultas -y más o menos ocultas-a la Historia de Arte de todas las épocas, que nos llevan de la estatuaria clásica a Boccioni, de Goya a los hermanos Chapman, de Picasso a Mike Kelley. Sin embargo, su narrativa resulta cualquier cosa menos automática: cada pieza responde a una idea muy concreta, donde el artista plasma una visión tan ácida como desencantada con determinados aspectos de la realidad que le rodea. Visión, por otro lado, perfectamente articulada en un denso sistema ético personal que, sin caer nunca en lo panfletario ni en lo programático, articula al cabo un comentario profundamente político (en el sentido de pensar la polis, lo común) de esa misma realidad parafraseada.
[Alonso Molina, O. Juan Carlos Batista : realidad casi humo. (Exposición celebrada en el TEA Tenerife Espacio de las Artes, Santa Cruz de Tenerife, del 8 de abril al 22 de mayo de 2016). Santa Cruz de Tenerife: TEA Tenerife Espacio de las Artes, 2016.]