Fin o los amantes de Dresde
GÁMEZ, Cristina
2001
Técnica: Serigrafía sobre lona perforada, montada sobre estructura de hierro
Medidas: 200 x 400 x 15 cm
Número de registro: TEA2001-011
Colección TEA Tenerife Espacio de las Artes Cabildo Insular de Tenerife
“La obra de Cristina Gámez es una clara ilustración de cómo los estratos culturales de la biografía personal pueden superponerse al ya viejo palimpsesto del arte moderno. La artista se ha pasado la vida practicando la danza contemporánea estudiando Filosofía, tejiendo y diseñando ropa, filmando y manipulando imágenes y, finalmente, estudiando Bellas Artes y actuando en consecuencia. Que haya hecho al final lo que la mayoría hace al principio no sólo delata una trayectoria en apariencia errática, sino, sobre todo, la necesidad —típica del rigor intelectual y artístico— de tomarse todo el tiempo que cada proceso de maduración exige, más allá de cualquier consideración económica o práctica. Y todo esto se ve —literalmente— en sus piezas: una reflexión acerca de la temporalidad del espacio y la espacialidad del tiempo; del instante como espacio visual y la instantánea como lapso temporal; del cuerpo como imagen, como trayectoria y como trama. En suma, de la trama de la vida como tejido, secuencia, narración o coreografía. La danza de las artes se apodera de todo en su evolución: el telar, el lienzo, la escultura, la fotografía, el cine, la infografía, la pintura y (siempre) la danza misma. La coreografía es ahora trama y urdimbre, técnica y cultura, cuerpo y espíritu, imagen y texto, música y silencio. Pero este escenario nada tiene que ver con ninguna obra de arte total, no es un gran espectáculo ni provoca ninguna catarsis, puesto que huye de las trampas del efecto".
[Ángel Mollá. Fragmento extraído de “El arte de esfumarse”, publicado en el catálogo Movimientos paralelos, 2000)
“Cristina Gámez es, aunque no sé hasta qué punto tiene conciencia de ello, una artista del tiempo. Su mundo no es el de las artes del espacio, sino el de las artes temporales. No asume la coacción del cuadro estático, de la pintura, de aquí la tensión entre los medios de que se vale y esa fugacidad moviente de sus temas que en sus mejores momentos hace que la obra permanezca en vilo, pendiente de un hilo. Una vez que la monarquía de la pintura ha quedado despojada de sus prendas, y que hasta los adultos se dedican a hacer chanzas de las vergüenzas de su antiguo rey que hoy se pasea desnudo, ha optado por trabajar directamente sobre la piel, sobre el soporte que sostenía los antiguos oropeles de la pintura. Cuando no hay mucha ropa que ponerse tatuarse es una forma de vestirse.”
[José Díaz Cuyás. Fragmento extraído del texto "A propósito de Cristina Gámez", publicado en el catálogo Los pliegues del tiempo, 2000].
“Pero la propuesta de Cristina Gámez inscribe dicho gusto –como se ve, tradicional y moderno– en un juego de espejos, en un metalenguaje cada vez más rico e inesperado. La incorporación de nuevos elementos o el desplazamiento hacia otros niveles de lo mismo adopta una trayectoria cada vez menos previsible, una racionalidad escasamente lineal, acaso barroca o rizomática.
Es posible que esta cualidad rizomática, tal como la formula Gilles Deleuze, junto con sus teorías del pliegue barroco y del cuerpo-lenguaje sirvan para dar cuenta de un trabajo de creación que siempre se ha nutrido de la reflexión propia y ajena. Hay que dejar claro que Cristina Gámez ha incorporado esta dimensión especulativa a su obra con la misma naturalidad con que teje o baila, con precisión y sin aspavientos.” (fragmento de “Retratos como rosas”, por
[Ángel Mollá. Fragmento extraído del catálogo Pliegues sobre lienzo, 2008].