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Columna. Serie Obra Solar

CRUJERA, Alfonso

1992

Técnica: Terracota y engobe

Medidas: 193 x 43 x 39 cm

Número de registro: TEA2003-007

Colección TEA Tenerife Espacio de las Artes Cabildo Insular de Tenerife

A mediados de 1991, Alfonso Crujera me anunció que había empezado a trabajar con el Ceramista Antonio Báez en su taller de Carrizal, en Ingenio, y que estaba entusiasmado con las posibilidades de la escultura cerámica. Recibí la noticia con la natural alegría con que se reciben los éxitos de los amigos, o sus satisfacciones e impulsos entusiásticos, pero he de confesar que, en mi silencio, me sentí escéptico, pues la mayor parte de lo que conocía de escultura en cerámica era, más bien, una artesanía sublimada hasta el amaneramiento, sin controversia emocional, acaso sólo decorativa, bella a veces.

La primera muestra de la anunciada nueva pasión expresiva de Crujera era una esfera de tierra refractaria. Viendo la fotografía, una impresión prevalecía sobre las demás: el carácter hermético del objeto seducía irremisiblemente. Comprendí, entonces, el entusiasmo de mi amigo ante el poder renovador y fijador del fuego, pues había cobrado vida y volumen, se podía abrazar, una construcción ilusoria, un mandala de los que en su obra abundaban como puentes de atención, emblemas imantados del laberinto del conocimiento.

Dos años más tarde me acuclillé ante ella, que emergía de la hierba como una flor terráquea en el barranco de Moya. Era una construcción arquitectónica de medio metro de diámetro que, con la fascinación de un producto alquímico o la materialidad de una ciencia, había sido levantada como pequeña catedral, configurándose entre el cuenco y la cúpula, con los trozos de barro y los soportes, el reto de la forma que habría de ser quemada. Ahora la tenía ante mi con su característica impenetrabilidad de “obra magistral”, que consagraba la mesura de la sabiduría artesana de Antonio Báez con el exceso del delirio del arte de Alfonso Crujera.

La esfera fue la primera de una serie de piezas y experiencias que hoy configuran un corpus denominado “Obra Solar”, y que integra los resultados de tres años de trabajo, manifestándose en las obras escultóricas, los "Jardines” y los “Discos solares”.

Si el fuego es el templador de la obra escultórica, el agua es la revitalizadora de “Jardines” y “Discos”, pues aún siendo igualmente piezas cerámicas, es su dependencia funcional la que les da sentido. Los “Jardines”, al dejarse plantar, cuidar o abandonar; los "Discos”, por llevarnos el agua, a través del mandala hasta su centro.

Las obras escultóricas tienen otro talante: no hay mas expresión que la del barro y la forma en la mayor parte de ellas. Entroncan, además, con la tradición primitivista del arte de nuestro tiempo, que abrió el siglo y lo cierra. ''La torre de Vritra", "Aquilón", "Axis”, "Piña”, “Mural de las estrellas”..., son tal vez restos de colonias extintas de las que tuvimos noticia a través de la serie pictórica Strand y las herramientas grabadas “Tools”, presencias antiguas, ídolos, piezas o fabricas contenedoras de tensiones que emanan de sus líneas visibles y de sus petrificados desastres.

La realidad escultórica invita a un nuevo mirar la obra de Crujera, y no porque vaya a cambiar su oficio, sino porque este, en sus aplicaciones, parece perfilar con insistencia la imagen del codificador como ensamblador de vestigios emocionales: un creador de enigmas.

[Carlos E. Pinto. Texto “La obra solar de un creador de enigmas”, publicado en el catálogo de la exposición Obra solar, Centro de Iniciativas de las Caja de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, 1994]