Bello Nock, ‘America’s Best Clown’ Ringling Bros. and Barnum & Bailey Circus
SERRANO, Andrés
2003
Técnica: Cibachrome siliconada sobre metacrilato
Medidas: 152.4 x 125.7 cm
Número de registro: COFF2009-0393
Colección Ordóñez-Falcón de Fotografía TEA Tenerife Espacio de las Artes Cabildo Insular de Tenerife
"Quiero hacer una declaración de lo que pienso sobre América." Así describe Andres Serrano el objetivo de su última serie, América, a la que ha dedicado tres años de trabajo, de 2001 a 2004. El conjunto, que alcanza ciento doce fotografías, pretende ser un retrato exhaustivo de la sociedad americana actual. Pero no se trata tanto de retratar a las personas, sino de mostrar una idea -su idea- de lo que es América. De ahí que la serie sea más una galería de símbolos que de individualidades, y de ahí también que no encontremos en estos retratos una fuerte penetración psicológica, sino una distancia y una idealización que convierten a los retratados en arquetipos. Serrano hace este trabajo en un momento en el que los valores y la identidad norteamericanos son objeto de un amplio debate como consecuencia de la crisis desencadenada tras los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, en Washington, el 11 de septiembre de 2001. Quizá sea esa posición la que ha caracterizado la ya larga trayectoria artística de Andres Serrano: su necesidad imperiosa de afrontar y responder con su obra a los temas más candentes de su tiempo, de reflejar el mundo en el que vive. Desde sus comienzos, a principios de los años ochenta, hasta la actualidad, sus imágenes no han dejado de abordar los asuntos más controvertidos y polémicos del convulso mundo en el que vivimos.
Por las sucesivas series fotográficas de Andres Serrano -que desde mediados de 1980 recurre siempre a la serie como modo de trabajo- han pasado igualmente los numerosos tabúes que aún perviven en nuestras sociedades. Los fluidos del cuerpo, la exclusión, el fanatismo, la religión, la enfermedad o la muerte han sido objeto de su atención pormenorizada en series como Bodily Fluids, Immersions, Nomads, Ku Klux Klan, The Church, The Morgue... Quizá por eso la obra de Andres Serrano haya sido vista a menudo bajo el prisma de la polémica. De hecho, su nombre saltó a la fama internacional a raíz de la denuncia que los senadores Jesse Helms, de Carolina del Norte, y Alphonse M. D'Amato, de Nueva York, hicieron de su obra Piss Christ (1987) -un crucifijo inmerso en la orina del propio artista ante el Senado de los Estados Unidos en 1989. Aunque, según Serrano, su intención era más bien invitar a reflexionar sobre la evaluación jerárquica que hacemos de los fluidos corporales, la fotografía fue recibida por la American Family Association y otros grupos conservadores como la profanación de un icono religioso. A causa de esa denuncia, su obra quedó situada junto a la de artistas como Robert Mapplethorpe y David Wojnarowicz, y pasó a ser considerada, como la de aquéllos, símbolo de la pérdida de los valores tradicionales. Todo ello supuso para Serrano, además de amenazas de muerte y pérdida de algunos premios, un gran revulsivo. Pasó prácticamente del anonimato a convertirse en un personaje puesto en el disparadero. Aunque, en un principio, este hecho tuvo consecuencias personales dolorosas, a la larga, como él mismo constata, le hizo madurar y salir fortalecido.
Su fascinación por la iconografía y los temas relacionados con la religión, tan presentes en su obra, tiene que ver, según el propio autor, con sus irresueltos sentimientos sobre su educación religiosa. Serrano confiesa tener con la Iglesia una relación sumamente compleja, dominada por sentimientos encontrados. Por una parte, se encuentra atraído por la figura de Dios, pero tiene problemas con la Iglesia católica, a la que califica de opresiva respecto a sus planteamientos sobre las mujeres, los negros, las minorías, los gays y lesbianas, y cualesquiera otros aspectos que no concuerden con su programa. En este contexto, sus obras le ayudan a redefinir y personalizar su relación con Dios. Como ex católico y como alguien que incluso hoy en día no se opone a ser llamado cristiano, siente que tiene todo el derecho a utilizar los símbolos de la Iglesia. Por ello, no cree ser un hereje, ya que forma parte de la tradición del arte religioso y, más que destruir, está convencido de que crea nuevos iconos, de que con sus obras no hace sino humanizar la religión. Su atracción por todo lo religioso se manifiesta, incluso, en su vida diaria, que pasa rodeado de símbolos del catolicismo. Su apartamento en Nueva York está amueblado y decorado con una gran cantidad de elementos vinculados a la religión católica, desde un Cristo sangrante en la cruz con la corona de espinas hasta un baldaquino, pasando por cuadros, muebles y esculturas del Barroco. Penetrar en su apartamento es como hacerlo en una iglesia barroca.
[Rubio, O. M. Andres Serrano. El dedo en la llaga. LA FÁBRICA Editorial ARTIUM de Álava TECLA SALA, Centre Cultural Metropolità de l’Hospitalet, 2006.]