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La conquista del mundo por la imagen

28 abr 2023 > 29 oct 2023

Óscar Domínguez

La conquista del mundo por la imagen

TEA Tenerife Espacio de las Artes exhibe Óscar Domínguez. La conquista del mundo por la imagen, exposición que reúne más de setenta obras del artista tinerfeño, una de las figuras clave de la aventura surrealista y los movimientos de vanguardia del siglo XX. Esta nueva exposición presenta un conjunto de pinturas de los años treinta, su mejor período, con más de una docena de obras inéditas, procedentes de colecciones particulares internacionales y préstamos de algunas instituciones españolas, entre las que se incluyen El Drago de Canarias y Cueva de Guanches, que se suman a las obras propias de la Colección de TEA.

Esta muestra -comisariada por el conservador de la Colección TEA, Isidro Hernández- puede visitarse de manera gratuita hasta el 29 de octubre, de martes a domingo y los festivos, de 10:00 a 20:00 horas. 

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Visita en 360 a la exposición ‘Óscar Domínguez. La conquista del mundo por la imagen’

Fechas: 28/04/2023 > 29/10/2023

Ubicación: Sala A (Planta 2) consulta el mapa

Martes a domingo de 10.00 a 20.00 h
Lunes cerrado, excepto festivo

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Óscar Domínguez. Le printemps/ La primavera, 1939. Óleo sobre lienzo, 57 x 70 cm. Cortesía Applicat-Prazan, Paris

Óscar Domínguez. Le printemps/ La primavera, 1939. Óleo sobre lienzo, 57 x 70 cm. Cortesía Applicat-Prazan, Paris

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Fechas: 28/04/2023 > 29/10/2023

Ubicación: Sala A (Planta 2) consulta el mapa

De martes a domingo, de 10:00 a 20:00 horas

Pintura

28 abr 2023 > 29 oct 2023

Óscar Domínguez

La conquista del mundo por la imagen

TEA Tenerife Espacio de las Artes exhibe Óscar Domínguez. La conquista del mundo por la imagen, exposición que reúne más de setenta obras del artista tinerfeño, una de las figuras clave de la aventura surrealista y los movimientos de vanguardia del siglo XX. Esta nueva exposición presenta un conjunto de pinturas de los años treinta, su mejor período, con más de una docena de obras inéditas, procedentes de colecciones particulares internacionales y préstamos de algunas instituciones españolas, entre las que se incluyen El Drago de Canarias y Cueva de Guanches, que se suman a las obras propias de la Colección de TEA.

Esta muestra -comisariada por el conservador de la Colección TEA, Isidro Hernández- puede visitarse de manera gratuita hasta el 29 de octubre, de martes a domingo y los festivos, de 10:00 a 20:00 horas. 

Junto a las obras de Domínguez, el visitante a la exposición se encontrará con creaciones de Maruja Mallo, Leonora Carrington, Victor Brauner, Roberto Matta , Remedios Varo, André Masson, Dora Maar, Manolo Millares, María Belén Morales, René Magritte, Yves Tanguy, Maribel Nazco, André Breton, Jeannette Tanguy, Georges Hugnet, Germaine Hugnet, Maud Bonneaud, Jacques Hérold, Paul Éluard, Pedro de Guezala, Gordon Onslow-Ford, Wifredo Lam, Marcel Jean, Anton Prinner, Louise Janin, Peter Sachs, Roland d’Ursel, Ernesto Fernando Baena Jover, Hans Bellmer y Luis Ortiz Rosales. Óscar Domínguez. La conquista del mundo por la imagen se estructura en varios ámbitos en los que se abordan temas cruciales en la obra del artista como son Cueva de Guanches, El Drago de Canarias, la pintura litocrónica, las creaciones cósmicas y se completa con una sección dedicada a la cronología de Domínguez.

La conquista del mundo por la imagen

Si, para el Surrealismo, la imagen era una creación libre del espíritu, una invención al margen de cualquier atadura con el mundo aparente o una maquinaria capaz de dinamitar la realidad inmediata y de abrirse a otros espacios imprevisibles, la pintura de Óscar Domínguez (Tenerife, 1906–París, 1957) ofrece una de las versiones más singulares de aquella apertura del pensamiento. La calidad plástica de su iconografía encuentra nuevas posibilidades dentro de la realidad y amplía, hasta el infinito, los horizontes de la imagen, sorprendiéndonos, de pronto, con una descarga onírica y visionaria, con un golpe sorpresivo del azar. Su pintura, sus dibujos y sus objetos constituyen una liberación de la imaginación que atacan, frontalmente, las rutinas, los prejuicios morales, todo lo consabido o adocenado.

Óscar Domínguez es, en efecto, el visceral e imprevisible, el obsesivo y visionario, el inventor de la decalcomanía y el magnífico constructor de objetos surrealistas, el artífice de inquietantes realidades oníricas que sacuden –en palabras de Agustín Espinosa– “los raíles de un tren en llamas”.

Su mundo poético procede, sin lugar a dudas, de una ontología propia, directa y vivencial, ligada a su juventud en el norte de la isla de Tenerife, donde se gesta una concepción irracional y sobreabundante del color y de los enigmáticos procesos de metamorfosis que van a acompañar a su obra a lo largo de toda su trayectoria. La suya es, en buena medida, una conquista del mundo por la imagen, porque de ninguna otra manera podría calificarse una pintura y una intuición onírica presididas por un espíritu surrealizante en estado puro, impregnada de metáforas desafiantes y desviadas en perfecta consonancia con la maquinaria clandestina, vertiginosa e irracional del Surrealismo.

Esta exposición quiere sumarse a los actos de celebración del centenario de la publicación del primer Manifiesto del Surrealismo, escrito en el París de 1924. El Surrealismo, que inicialmente nace como una manifestación literaria a partir del libro Les champs magnétiques [Los campos magnéticos], escrito automáticamente en 1919 por André Breton y Philippe Soupault, se nutre de las ideas de los escritores Guillaume Apollinaire, Lautréamont, Pierre Reverdy y Saint-Pol-Roux, y construye su razón de ser sobre el concepto de la imagen poética, extendiendo el alcance de su significación a todos los procesos de creación y dominios del arte. Así, en la redacción del primer Manifiesto del Surrealismo (1924), André Breton asume la condición inconsciente de la imagen y define el Surrealismo como “un automatismo psíquico puro, por el que se quiere expresar, ya verbalmente, ya por escrito, ya de cualquier otra manera, el funcionamiento real del pensamiento”. En efecto, si lo que se plantea es la necesidad de un nuevo lenguaje que exprese el funcionamiento real del pensamiento, entonces se busca dar carta de naturaleza al discurso visual, analógico y autónomo de la mente; esto es, un lenguaje que haga de la imagen su principal unidad de acción, ajeno a preocupaciones estéticas y morales, y al margen de control lógico alguno.

La imagen más surrealista será la que, al servicio de la versatilidad del juego, del sueño o de la enajenación, propicie el encuentro fortuito entre realidades distantes e irreconciliables para que surja la luz de la imagen; una chispa visual del pensamiento, radicalmente visionaria, tal y como sucede en la actividad creadora de Óscar Domínguez, ya sea en su práctica pictórica, en la invención de objetos surrealistas, en su arrebatadas creaciones poéticas, o en la tinta libre y acuosa de la decalcomanía sobre papel. Aquí radica una de las claves del Surrealismo: dotar de sentido al ejercicio de la libertad creadora, entendiendo arte y vida como un único impulso en el que el azar, la subjetividad, el deseo, el humor negro y lo irracional se dan la mano.

Junto con Esteban Francés, Salvador Dalí, Joan Miró y Remedios Varo, Óscar Domínguez conforma la constelación de pintores que España aporta al Movimiento Surrealista Internacional. La conquista del mundo por la imagen no quiere ser una muestra antológica de su trayectoria, sino mostrar un conjunto de trabajos suficiente y cabal que den buena cuenta del alcance de su legado creativo.

[Isidro Hernández. Comisario de la exposición y conservador de la Colección TEA]

La exposición cuenta con la colaboración del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), la Fundación Telefónica (Madrid), el Instituto Valenciano de Arte Moderno Centro Julio González (IVAM), ABANCA (A Coruña), Centro Atlántico de Arte Moderno de Gran Canaria (CAAM), Presidencia del Gobierno de Canarias, LM Colección (Tenerife), Gobierno de Canarias, Loro Parque (Tenerife), Fundación CajaCanarias; las galerías Guillermo de Osma (Madrid), Leandro Navarro (Madrid), Applicat-Prazan (París), Galerie Dil (París), Galerie 1900-2000 (París), Galerie Le Minotaure (París), Galerie Malingue (París) y de colecciones privadas de Madrid, Santander, París, Bruselas, Dijon, Basile, Zurich y Tenerife.

Óscar Domínguez

Tanto por la calidad subversiva de sus creaciones como por su participación de forma activa en el Surrealismo -episodio crucial en las artes de la Vanguardia del siglo XX-, Óscar Domínguez ha sido considerado, junto con Joan Miró y Salvador Dalí, “el tercer gran nombre” que España da a la pintura surrealista. Si bien la infancia de Domínguez transcurre entre los municipios tinerfeños de La Laguna y Tacoronte -donde su familia contaba con haciendas y plantaciones-, a partir de 1927 combina su residencia en París con varios viajes a su isla natal, hasta que, ya a partir de 1936, la capital francesa se convierte en su hogar definitivo hasta su muerte, el 31 de diciembre de 1957.

Desde sus composiciones de principios de los años treinta -La bola roja (1933) o Le dimanche (1935)-; pasando por la genialidad de sus pinturas cósmicas -Los platillos volantes (1939)- y superando el período metafísico y la asimilación del estilo picassiano, ya en la década de los cuarenta -Mujer sobre el diván (1942)-; hasta alcanzar su técnica del triple trazo y, posteriormente, la etapa informalista que caracteriza a sus últimas obras -Delphes (1957)-, la predisposición de Domínguez hacia una imaginación pictórica plena y su permanente experimentación lo convierten en una figura clave en el contexto del movimiento surrealista.

La contribución fundamental de Óscar Domínguez a las artes del siglo XX fue la invención de la decalcomanía, según explica el Dictionnaire Abrégé du Surréalisme firmado por André Breton y Paul Éluard en 1937. Esta técnica pictórica es uno de los procedimientos más emblemáticos del automatismo gestual. El artista tinerfeño se caracteriza por una práctica pictórica de una gran intuición onírica, presidida por un espíritu liberador en estado puro en perfecta consonancia con la maquinaria clandestina, vertiginosa e irracional que propone el Surrealismo.