Allan Sekula es uno de los más importantes teóricos de la fotografía documental de la segunda mitad del siglo XX. Sus trabajos fotográficos, desde comienzos de los años 70, siempre han ido en paralelo al ensayo escrito, como dos caras indisociables de una misma labor de producción. Alumno de Marcuse a finales de los 60, su preocupación fundamental es pensar la imagen y su circulación en los contextos económicos y sociopolíticos de producción. La intención política, que enlaza con la tradición de la modernidad, se plantea como un modo de defender el lugar de la representación en lo real: el control que, a través de la producción de imaginario, se ejerce sobre las visiones del mundo. Si sus textos escritos vienen de reflexiones provocadas por la imagen y sus fotografías continúan, como un ensayo visual, los desarrollos lógicos de sus textos, las obras de Sekula son siempre como una parte de un archivo fotográfico mayor, de un montaje extenso, ampliado, en el que los textos y las imágenes se interrelacionan y se contextualizan, leídos además a través de un marco de lectura aportado por una formalización que refiere a una tradición específica.