23 ene 2009 > 25 ene 2009
Tiro en la cabeza
Versión Original
Dirección: Jaime Rosales.
Guión: Jaime Rosales.
Producción: José María Morales, Jaime Rosales y Jérôme Dopffer.
Fotografía: Óscar Durán. Color.
País: España.
Año: 2008.
Duración: 85 min.
Estreno en España: 03/10/2008.
Página web: www.tiroenlacabeza.com
Viernes, 23 de enero: 19:00 horas (4 €) 21:30 horas (4 €)
Sábado, 24 de enero: 19:00 horas (4 €) 21:30 horas (4 €)
Domingo, 25 de enero: 19:00 horas (4 €) 21:30 horas (4 €)
SINOPSIS
Ion es un miembro de la organización terrorista ETA, que lleva una vida aparentemente normal. Se levanta por la mañana, desayuna, arregla sus cosas, se reúne con unos abogados. Una noche en una fiesta conoce a una chica. Pasan la noche juntos en el apartamento de ella. Su vida transcurre sin sobresaltos. Una llamada en una cabina de teléfonos; un encuentro con un amigo; pequeñas situaciones cotidianas sin importancia. Un día se sube en un coche con otras dos personas. Cruzan la frontera a Francia. Pasan la noche en casa de un matrimonio. A la mañana siguiente, tras un encuentro fortuito en una cafetería de carretera, matan a dos guardias civiles vestidos de paisano.
NOTAS
- Es la tercera película dirigida por Jaime Rosales (Barcelona, 1970) tras Las horas del día (2003) y La soledad (2007, ganadora del Goya a la Mejor Película y Mejor Director). Después de estudiar la carrera de ciencias empresariales en ESADE, y tras varios trabajos en cine y televisión, obtiene una beca en 1996 para estudiar cine en la prestigiosa Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV) y otra en 1999 para estudiar en la Australian Film Television and Radio School (AFTRS) en Sydney. A su regreso de Sydney trabaja como guionista para televisión hasta marzo del 2001, fecha en la que arranca actividades la productora Fresdeval Films. También es autor de los cortos La pecera (1999), Yo tuve un cerdo llamado Rubiel (1998), Episodio (1998), Palabras de una revolución (1998) y Virginia no dice mentiras (1997).
- El guión es del propio director quien declara que "el 1 de diciembre de 2007 tres miembros de la banda terrorista ETA mataron a dos policías en Francia tras un encuentro fortuito. Yo estaba escribiendo otro proyecto cuando esta noticia me cogió por sorpresa. En un primer momento fue algo muy desconcertante. Desconcertante por lo evitable y lo terrible a la vez. Esa estupefacción inicial se transformó, de repente, en una película muy clara, muy rotunda. Una semana después tenía escrito el guión; un mes después estaba rodando; y tres meses después tenía la película acabada".
- Según el director "la manera de rodar no ha tenido nada que ver con mis trabajos anteriores. Se parecía más a la manera de trabajar empleada en los documentales de animales. El equipo técnico -9 personas en total- teníamos que encontrar la manera de pasar inadvertidos mientras filmábamos. Teníamos que lograr que los actores -no profesionales-, así como la gente real que los rodeaba en los espacios del rodaje, se olvidaran o no percibieran nuestra presencia. Nunca, o casi nunca, los actores sabían cuando la cámara estaba rodando".
- El director de fotografía es Óscar Durán (La soledad, Las horas del día) y Rosales afirma que "la elección de lentes de larga focal nos permitía alejarnos mucho del círculo de acción y pasar bastante desapercibidos, a pesar de haber rodado en 35mm. Además, produce una imagen muy plana que me parece muy atractiva estéticamente".
- En la película no se escuchan los diálogos, únicamente el sonido ambiente de los escenarios en que transcurre la acción. El rodaje comenzó el 5 de febrero de 2008 y se prolongó a lo largo de dos semanas en San Sebastián y el Sur de Francia.
- Se estrenó simultáneamente en salas de cine, en Internet y en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía.
- Premio FIPRESCI (Federación Internacional de Prensa Cinematográfica) en el Festival de Cine de San Sebastián 2008.
CRÍTICAS
JAIME ROSALES, ASOMBRA Y CONMUEVE EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN
( La cinta es el estremecedor espejo de una vida cuando un atentado la condiciona)
"A Jaime Rosales le llama la atención el contraste que provoca la omnipresencia de la violencia en una sociedad aparentemente apacible. La idea de la película es contar una vida y, de su mano, muchas otras. Todo discurre con normalidad, se diría que todo es aburrido y simple. Como la vida misma. Y, de repente, un asesinato. Un crimen de ETA.
Con este punto de partida, el director de 'La soledad' compone una obra reveladora. Desde la lejanía, Rosales filma como lo haría un simple fisgón. El narrador se mantiene a cientos de metros de distancia para no interferir. No hay palabras. Sólo ruido (una vez se escucha nítidamente la palabra txakurra, perro policía, y nada más). Atento, como un depredador de la conducta humana, el cineasta juega a imaginarse un drama sin guión, un documental dictado por el azar. No es más que una herramienta narrativa.
Lo que importa es la sensación; la incomodidad que se transmite a un patio de butacas que se oye a sí mismo toser, moverse, enfadarse. Contados por las empleadas del cine: 500 entraron y 70 se fueron antes de que acabara la proyección. Poco a poco, minuto a minuto, el espectador se descubre él mismo espía de una realidad cercana, demasiado real. Anómala y tranquila. Y, de golpe, un asesinato de ETA.
Pocas veces una película ha sido tan oportuna. Probablemente, cualquiera de los visitantes que dedican gran parte del día a pasear por San Sebastián no ha contemplado un acto de violencia en su vida. Sin embargo, la violencia está ahí, forma parte de cada piedra que habita en el País Vasco. El contraste opera como catalizador del horror. Acaba la proyección y se deja de mirar desde la lejanía como lo hace el objetivo de Rosales. Ya de cerca, en el bulevar al que da el cine Principal, todo es normalidad. Y, anteayer, lo dicen los periódicos, un atentado de ETA.
En 71 fragmentos de una cronología del azar, Haneke imaginaba vidas puerilmente anónimas. A todas les unía un accidente del destino. Un asesinato violento. Rosales reproduce el mismo juego y lo dobla. La idea es enseñar la violencia real, la que cuesta mirar sin cerrar los ojos, para desenmascarar la mirada pornográfica con la que se contempla a sí misma una sociedad que ha decidido ignorar la enfermedad que padece.
Ese que aprieta el gatillo sobre la nuca de una persona que no conoce de nada, es, si se observa desprejuiciadamente, uno más de nosotros. Molesta ponerse al mismo nivel. Una valla publicitaria de una empresa de fotografía preside el asesinato. En el cartel se lee "La liberté en développement". El asesino come, duerme, hace el amor, sufre por los suyos, se alegra con ellos... Y, de repente -lo hizo en la localidad francesa de Capbreton el 1 de diciembre de 2007 y lo hacen siempre que pueden-, dispara.
Rosales transforma el cine en una ventana desde la que ver el paisaje desolado que deja una muerte violenta. La suya no es una propuesta, digamos, política como lo era la película reciente de Gutiérrez Aragón, 'Todos estamos invitados', o como lo era, desde el otro extremo (el extremo equidistante), 'La pelota vasca', de Julio Medem.
'Tiro en la cabeza' va más allá (o más acá, según se mire). No se trata de dar con el culpable. Ese ya está localizado o en busca y captura. Se trata de inquietar, de alertar. Se duerme peor después de ver 'Tiro en la cabeza' y, mientras exista ETA, es justo que así sea.
Uno se asoma a la ventana, a la pantalla, para ver a un asesino y, lo que son las cosas, ve algo peor, se ve a sí mismo a su lado. Sencillamente brillante." (Luis Martínez, El Mundo)
Vacuidad sobre ETA del 'artista' Rosales
"Había muchas y lógicas expectativas hacia Tiro en la cabeza. Por la autoría de Jaime Rosales, un director muy personal que había logrado con lenguaje arriesgado sembrar enigma y atmósfera malsana en la desasosegante Las horas del día y transmitir emoción y sentimientos en carne viva hablando de gente herida en La soledad. Que este experimentador con talento disfrutara del reconocimiento de la crítica y del selectivo festival de Cannes era muy coherente debido al amor que profesan ambos gremios al cine vocacionalmente distinto (para entendernos: eso que denominan enfáticamente como propuestas radicales, miradas oblicuas y rigor creativo), pero que la gente del cine español, los que no se dedican a teorizar sino que conocen las múltiples dificultades para que una película salga hermosa, reconocieran con sus múltiples premios el valor de la atípica La soledad le otorgaba legitimidad suplementaria al cine de un señor que parece no albergar humanas dudas sobre su intocable condición de artista.
Si añadimos que a pesar del prestigioso secretismo con el que se suelen envolver las películas que los espectadores aguardan con interés, nos habían llegado puntuales noticias de que el protagonista de Tiro en la cabeza estaba inspirado en la vida cotidiana de un etarra que al día siguiente va a agujerear la cabeza de un desconocido en el parking de un restaurante, crecían los alicientes por ver cómo había contado historia tan pavorosamente repetida en la realidad un director que había demostrado tener una visión penetrante y original de las personas y de las cosas.
Por mi parte, acabo de despejar misterio tan acuciante. Creo que es la primera vez que no me ha parecido intolerable en una sala de cine el odioso sonido de un móvil o la incansable tabarra de las vecinas de butaca. Y no es que me haya vuelvo tolerante con la falta de respeto. Es que no existen diálogos audibles en ella. ¿Que si es cine mudo? Tampoco. De vez en cuando percibimos el sonido de ambiente, el tráfico de la calle, el chirrido de una puerta al abrirse, esas cositas que te transportan a la realidad y evitan que un público vulgar y no iniciado en la factura del gran arte amenace con quemar la sala porque el proyeccionista le ha quitado el sonido a las conversaciones de los personajes. No es un fallo humano. Es que el transgresor director ha decidido que no tiene el menor interés para los espectadores saber lo que piensa y lo que habla un tipo con una existencia aparentemente muy normal que va a quitarle la vida a una persona en nombre de su oprimida patria. Y por supuesto que la ausencia de diálogos no impidió en el nacimiento del cine comprender y admirar la trama que te estaban contando exclusivamente a través de las imágenes creadores como Murnau, Stroheim, Keaton y Chaplin. Pero aquí, Rosales, además de ahorrarse eso tan laborioso de tener que currar con las palabras, ha conseguido que tampoco fascine ni un poquito imaginar de qué coño está hablando el futuro verdugo.
¿Y qué hace este apasionante y trascendente personaje? Pues de todo, excepto las funciones fisiológicas relacionadas con la escatología. Si el director le retratara en el váter, a lo mejor aumentaba su dimensión dramática. Por lo demás, come en soledad, toma vinos con los colegas, visita oficinas, oye música en la Fnac, habla en un parque con una mujer y dos niños, creo que folla con una desconocida (o tal vez conocida, no se sabe), se cita con otro pavo, van a Francia, su mirada se mosquea (ése es al parecer el auténtico clímax, el momento cumbre, la leche) al reconocer a dos tipos que están en la mesa de al lado, les persiguen, les matan, secuestran un coche, atan a la dueña en un bosque. Y se acabó. Ahora, que el espectador encuentre el significado y el significante, el discurso moral y la metáfora.
A mí (¿necesito aclararos que hablo en primera persona, juglar del membrillo, fotógrafo de Estrasburgo y demás aguerridos mariachis de la nada?) todo lo que me cuenta Rosales me provoca un tedio excesivo, pero también lo que pretende sugerirme, o lo que me oculta. La visualización de la grisácea cotidianeidad de este profesional del horror me parece tan estéril como pretenciosa. Creo haber escuchado al autor en la rueda de prensa, aparte de sus ampulosas y farragosas convicciones sobre la evolución en el cine de formas y contenidos, la necesidad de la ética, la altura moral que poseerán los espectadores del futuro, su compromiso como artista y como ciudadano, etcétera, que Tiro en la cabeza está invitada a no sé cuántos festivales del ancho mundo y que su estreno en España va a ser simultáneo en las salas comerciales y en los museos. Lo último lo entiendo. Está realizada pensando en la fraternal acogida de los templos del arte. Seguro que es el sagrado lugar que le corresponde. Que se disfruten mutuamente." (Carlos Boyero, El País)
"Una genialidad destinada a la incomprensión general y al disfrute de unos pocos visionarios (...) 10 sobre 10" (Mikel Insausti, Gara)
"Una obra maestra" (ABC)
"Una de las mejores películas del año" (El Cultural)
"Mucho se ha hablado ya sobre el método de trabajo elegido por Jaime Rosales para su tercera, impresionante, tan inteligente película: que si era sin diálogos (lo que no quiere decir, ojo, sin sonido, que es espléndido y que da una apoyatura notable a la imagen), que si está rodada con teleobjetivo, que si mostraba el día a día de un terrorista etarra de un "comando legal", un no fichado. Es una película para espectadores pacientes y demás ciudadanos inteligentes. Lo mejor es su propia existencia; la insobornable voluntad investigadora de Rosales. Y lo peor es que a pesar de su contenido, muchos espectadores se quedarán fuera.
Todo eso es cierto; pero una vez vista la película, Tiro en la cabeza se convierte en mucho más:en un verdadero ensayo cinematográfico sobre cómo se construye y se consolida, en el cine, la imagen; pero también sobre cómo evitar cualquier identificación con un terrorista. Jaime Rosales procede a la inversa que otro director que mucho ha dicho sobre la muerte en la pantalla, Michael Haneke: donde el austríaco se desliza entre la repulsión y la identificación perversa del espectador, Rosales borra cualquier huella de ésta al privar al asesino de toda justificación. O dicho en otras palabras, al negar al etarra toda posibilidad de articulación de discurso. El film, construido en enorme medida sobre las expectativas que genera la imagen, en un recurso que no dudo en llamar narcisismo icónico, no tiene esta forma empero por capricho: para el espectador de Rosales, un etarra es un señor que grita (txakurra, perro, es lo único que le oiremos con claridad) y que a continuación dispara; alguien privado, por la voluntad ética del director, de cualquier racionalidad que no sea la violencia. Y así, Tiro en la cabeza se convierte en la mejor reflexión sobre cómo mostrar dignamente el terrorismo en la pantalla que este crítico haya visto en su larga vida como espectador cinematográfico." (Mirito Torreiro: Fotogramas)
Música de sala
Kepa Junquera. Etxea.
Frases de cine
"Desconfías de todos y piensas: Yo no tengo nada que hacer aquí. Y como no quiero morir estúpidamente: ¡Me marcho!" (El infierno vasco, de Iñaki Arteta. 2008)
INFORMACIÓN Y HORARIO:
23 ene 2009 > 25 ene 2009.
Tlf: 922 849 090 (De martes a domingo, de 10:00 a 20:00 horas)
Entrada: Libre